Una fiesta concluyente

Un día me invitaron a una fiesta clandestina
donde abundaban ostentaciones grotescas,
máscaras fantásticas y prendas arabescas,
bañadas en delirios que estimulaban la retina.

Había mucho de hermoso y mucho de llamativo,
fantasmagorías trasnochando en trastorno,
una orquesta festiva con instrumentos de adorno,
y una orgia se fraguaba en revuelo impulsivo.

Ocho salones con retratos observando insolentes,
ocho salones con ocho sirenas de la lujuria,
una reina subastada como bastarda espuria,
y en las paredes terrarios llenos de serpientes.

Fastuosidades casi infernales por doquier,
para muchos, un paraíso insuficiente,
y un minuto antes de mi muerte inminente
me percaté que todos eran otros yos de mi ayer.

Neura

Virtud de segunda mano,
menudeo de la pasión,
hollín en el corazón,
manzana con gusano.

Escupitajo a barlovento 
espinilla de instituto,
semilla en el canuto,
aborto de convento.

Cúspide del desecho,
néctar de flor venenosa,
perfidia amorosa,
insania por despecho.

Cultivo de amarga hiel,
plaga con la rabia,
inquina en la labia,
caricia que abrasa la piel.

Una llama latente

¿Por qué me empeño en luchar?
No es ni de cerca mi misión.
Me denegaron el bienestar
nada más salir del cascarón.

El jerarca fue un látigo paterno,
yo un subordinado mortecino.
Hallé cómo llegar al infierno
sólo para enseñarle el camino.

Y abismado en mi temblor
se quiebra la máscara terrenal
de juicios arbitrarios sin valor
que me encapsulaban en lo visceral.

Hay una turba salvaje en mi hogar,
será necesaria mi intervención,
no aceptaré otro drama familiar
ni que de mí sientan compasión.

El Sol ya no es mi emperador,
la Luna será mi Santo Grial,
y hasta el último estertor
lucharé como un animal.

Sugerente evocación

Eres de quien estaba sediento,
eres quien idolatraba
en lo alto de la escalera.

Me gustaba romper el viento
con los besos que te lanzaba
desde mi madriguera.

Ahora, mota en el recuerdo,
eres una invasiva traba
con contoneo de cadera.

Nostalgia adherida al tiempo
golpeando como una aldaba
la neurona más pajera.

Ese aquél

Tu perfume ya no estimula su olfato,
tus formas ya no alteran su pasión,
las tinieblas de una tóxica relación 
le relegan de arquetipo a garabato.

Ese aquél ha perdido sensibilidad
y es cofrade de las mordaces horas,
a veces yace con sombras impostoras
e injuria su inconstante voluntad.

Ese aquél se desmiga en su prisión 
y desbroza facciones de la identidad,
es un proceso lleno de complejidad 
y necesario en la propia superación.

Después disfrutará de su algarabía,
ordenará lo que le queda por hacer,
pero desconoce que antes de renacer 
la última noche es la noche más fría.

Un hogar onírico

Tengo en mi hogar un garaje lleno de sueños.
Hablan de insania, de vértigo, del medievo...
Algunos son antiguos, otros son nuevos.
Algunos son grandes, otros son pequeños.

Cada mañana emerge un inédito florecimiento,
justo en el momento en que me despierto.
El más reciente tiene un aura ardiendo,
y los visiono desde el ensimismamiento.

De la cocina brotan hierbas aromáticas,
me gustan las recetas de verdades abstractas 
con especias de astrologías inexactas
en un horno de funciones matemáticas.

Tengo en mi hogar un cuarto con candiles
de iridiscente y estroboscópica pulsación,
y una cama de flotante levitación
para cópulas acrobáticas o sutiles.

En el baño suena una polifónica melodía,
las bombillas son globos azul celeste,
se podría albergar a toda la hueste
del ejército de la octava infantería.

La senda del abismo

Si miras al abismo fijamente,
éste te devuelve la mirada.
Es un abismo atrayente
con una curiosidad afilada.

Observa tu alma por dentro,
recorre profundo tu interior,
buscando la materia del centro,
buscando un resquicio de temor.

Y aquí aguardo con paciencia,
en el precipicio, de frente.
Yo con mi elocuencia
y él con orgullo silente.

Siento que mi duda se evapora,
tengo claro el camino a seguir.
No hay razón para la demora,
es momento del resurgir.

Hasta donde el intelecto permita
seguiré la senda del Gran Santo,
el camino largo hay quien lo evita,
pero también tiene su encanto.

Y cuando alcance al adalid elegido
oscilará el mundo entre mis dedos,
y la magia del grimorio perdido
servirá para aplacar tus miedos.

Historia negra

Nacimos con la maldición,
sangre en los senderos,
el himno de la nación
es no hacer prisioneros.

Balas en el corazón
en asedios traicioneros,
no atendemos a razón,
no hay honor en nuestros fueros.

Somos escoria sin heroísmo,
somos fachada llorona,
veneramos el sadismo
del Tigre de Barcelona.

Hay una justicia distinta
para cada persona,
mentiras en la tinta,
ponzoña anfitriona.

Movida de arrabal

Sombras conectan con la oscuridad
en los callejones del arrabal,
bajo el manto de la clandestinidad
se desata el lado visceral,
lo radical convertido en normalidad.

Putas de todo género y edad,
incuestionables hermosuras
en la flor de la feminidad
aprovechan con premura
un impulso de infidelidad.

Mendigos sin cabida en el sistema
evitan el hambre de soslayo
con la inanición como esquema.
Otros prueban con el caballo,
pero ése es otro tema.

Redes

Adorar los sagrados males
de los gurús de la sociedad,
exponiendo datos personales
en supurantes redes sociales.

Plagiando otros andares, 
otras enseñas de identidad, 
obtusos los occipitales
de mánager de comunidades.

Implantar odio a otras voluntades,
haters en la clandestinidad,
influencers de infelices avatares
tras el caos de pandemias digitales.