La fatalidad de tu destino

Perdonar y pretender que jamás existió son cosas distintas,
el tiempo tiende a mitigar el dolor de los fracasos de la vida.
Y cuando crees que no tienes poder, ni control ni salida,
a Dios se le antoja cagarse una vez más en tu comida,
burlando tu fe al jugar en su pared a las sombras chinas,
mito de la cueva de una creencia presuntamente asertiva.

Analogía de lo absurdo

Todo el mundo tiene algún deseo que cumplir
que se tuerce a la inversa de su anhelo.
Pedir reposo y que retumben truenos en el cielo
como un clamor que no se puede comedir,
como un trastorno ensordecedor.

Pedir paz y que irrumpan los tanques del sufrir
y que se conviertan en tu ataúd de acero.
Interrumpir a Caronte a gritos de su esmero,
que Hades te avasalle con no poderte redimir
y te oprima con un réquiem amenazador.

Un paraíso ebrio de placer

Y ahora te tumbas desnuda aquí, a mi lado, para mostrarte.
Y con la agraciada luz que entra por la ventana
me queda la forma de tu silueta en la retina grabada,
skyline de tu cuerpo que ha venido a provocarme.

Entonces araño ese dorso que me dispongo a recorrer.
Ávidos nos lanzamos al ruedo de los salvajes
hasta disolvernos en saliva, y obtener el pasaje 
que nos adentrará a un paraíso ebrio de placer.