Detective de lo paranormal

En una ocasión conocí un detective de lo paranormal.
Perseveró en sus pesquisas tras erráticas tribulaciones
buscando la verdad hasta obtener ciertas conclusiones
al investigar incluso el aire inherente de la deriva vital.

Dedicó su vida a contradecir el mundo de lo espectral.
Misántropo, agnóstico empedernido y consabido putero,
sentía envidia por lo sociable... comprensible majadero,
sin alocadas prácticas adolescentes, fue un ente anormal.

No creía en chiflados Quijotes de amurallado molino,
empirista presuntuoso de planteamientos idos al traste,
siguió un camino contradictorio de paradójico contraste.
Constató que la muerte es eterna, y el miedo, el asesino.

Corrupción

El fanfarrón profundizó en el arte del soborno,
recitaba embustes, mendigaba confianza,
con delirios de vanagloria dilatados por su entorno
silenciaba la justicia, legada y tóxica balanza.
La candidez propagada encubría su trastorno,
enjuiciaba los valores, exhalaba alabanzas,
henchido por cínicos elogios de su contorno.

El alquimista aplicado

Absorto el hechicero en el laboratorio de alquimia
fragua la locura de su mundo dentro de una burbuja.
"La paciencia es una virtud", le manifestó la bruja,
tentadora vil, usuaria lasciva de jugo de vendimia.

Él, ex cazador de aquelarres en tierras marchitas,
azote de nigromantes y heraldos de la calamidad,
juega ahora entre dos planos de frívola veleidad,
persiguiendo quimeras de aspiraciones selenitas.

Hay tanta sabiduría en su recia sangre anciana
que es ya un experto en la maestría del hechizo,
le verás mesarse orgulloso su mostacho cenizo,
al equipararle con el famoso Merlín, o Morgana.

En un libro cataloga elixires a modo de parnaso,
asalaria caza recompensas de arcanos vestigios
buscando reliquias insólitas, amuletos prodigio,
para afrontar lo que más le atemoriza, el fracaso.