Hormiguero hostigador

El chaval tenía angustia por su obesidad
y arrastraba una losa invisible.
¿Acaso no sabes lo terrible
que es el acoso en la escolaridad?

A un chulito le parecía un estorbo,
e instigó a los demás con su risa palpitante
a propinarle un merecido correctivo.

Los monstruos gritaban: ¡gordo! ¡gordo!
Y lanzaron un remolino de golpes jadeantes
y el chico tuvo un espasmo conclusivo.

Apenas se escuchó ese grito sordo,
como si fuera el de un león agonizante
entrando en un abismo opresivo.

El aula pasó de los vítores a un nerviosismo mudo,
desespero en retaguardia y quietud en el frente.
Esos monstruos tienen en el odio su nutriente,
es lo que moldea su espada y su escudo.

Una perla salada descendió por mi mejilla.
Aún guardo esa lágrima en una vitrina
para hacer vudú sobre muñecos de arcilla;
ojo por ojo, inquina por inquina.

Antes del fin

Encendí la tele mientras desayunaba,
las noticias de las siete eran devastadoras,
los rótulos de la pantalla titilaban,
se acabaría el mundo en 72 horas.

Querría regalar el honor de una infame raza,
querría pagar un sueldo con estupor,
querría una cantinela que me abrumara,
querría masticar riqueza con fruición.

Querría ataviarme de tendencias anticuadas,
querría alimentarme del ajeno temor,
querría comprarme un alma ilusionada,
querría jugar a ser presa de un cazador.

Antes de que el mundo llegara a su fin
haría una poda extenuante del espíritu crítico.
Antes de que el mundo llegara a su fin
pasaría por la guillotina a todo político.