Una manada indignada

Por absurdos o incomprensibles que parezcan
hay sentimientos que no deben ser ignorados.
Retener la rabia en los seres indignados
no hace más que... que los odios crezcan.

Llueven llamaradas en la ciudad del placer,
una turba violenta entona su caótica balada,
feroces lobos de una misma manada
en un bosque que ha empezado a arder.

Entre el humo se alza una figura prometedora,
ahora entiende el rol al que le asignaron,
hay mayor mérito en construir algo que en derribarlo,
y avanza a través de una bruma hedionda.

Y con el miedo infiltrado en el corazón
no se librarán con facilidad de la hipocresía.
Un juez capaz de vender a su amada familia
incluso en seres inmundos vería seducción.

Todo cambia tras los puntos suspensivos...

Encajé la puñalada, acepté la herida,
pero no la culpa de batirnos en duelo.
Me designaste miserable de vida maldita
y la función concluyó en un gran revuelo.

Fuiste proyectil que agrietaba el aire del cielo
con palabras que laceraban mi deformado sentir.
Fuiste germen del más nuevo y temido miedo
que interrumpía un corazón que no supo latir.

...

Y cuanto más lo pienso más me enervo,
en la oficina te llamaban "la cipote erecto".
Te follaste compañeros de cinco en cinco,
desde el jefe hasta a ese becario bizco.

Ibas de niña buena, pero simios salvajes, 
como tu madre, te incitaban al "bondage".
Rompe-amistades, disuelve-empresas,
tan rápido como puedes te degeneras.

...

Tras un gran inicio de avezados versos 
lo visceral ha desbordado lo inteligente,
mas me disculpo pública y manifiestamente
pues no es de nobleza usar mal el verbo.

Títere descorazonado

Tras tratarle como a un títere descorazonado
y ver que no hay nada que no se pueda vulnerar,
cruzó vencido esa asfixiante oscuridad,
empujado a un vacío premeditado.

Se oían gritos de un corazón oprimido,
voceando que no existe nada más poderoso
que la pureza de un sentimiento odioso
que busca la paz en este mundo perdido.

Experto en razonar hacia sus adentros,
atiborrado de profundas heridas emocionales,
anulado por dolorosos estímulos visuales,
cerró los ojos y se siguió mintiendo.

Su pecado fue creer que eran felices,
y acostado sudaba un conocido miedo
al recordar que lo que una vez tocó el cielo
ya estaba podrido desde sus raíces.