Maestra Cum Laude

Me enseñó a dormir al aire libre durante un huracán,
a disfrutar de una idea inequívocamente desvirtuada,
a recibir dos mil años de condena
por el crimen de la perversidad.

Me bautizó Cerbero, su devoto perro guardián,
me impuso huir del agua tibia que era la vida cotidiana,
se esparció por mi cuerpo como la gangrena,
y en lugar de necrosis sembró inferioridad.

Maestra Cum Laude, genio en encandilar,
mi yo no era yo, era algo incomprensible.
El latido de mi corazón ya ni siquiera era interior.

Me entregó un cigarrillo a medio fumar,
un Zippo sin apenas combustible 
y la certeza de un fraudulento amor.